Estableciéndome en Guayaquil.

   El sábado 29 de agosto salí temprano para hacer unas compras a un supermercado que me quedaba cerca de donde estaba viviendo. Era un día caluroso, como son muchos de los días aquí en Guayaquil. Cuando terminé de hacer mis compras ya eran las 11 de la mañana y tenía hambre, de manera que resolví comer en un establecimiento que estaba en ese pequeño centro comercial circundante al súper, donde vendían ese plato que en aquel momento me parecía una maravilla: encebollado. Es como una sopa a la que se le aplica mucho limón y por lo tanto resulta refrescante y ligera, justo las dos cosas que me apetecían comer en un clima como ese con que amaneció la ciudad. Estando sentada ahí, comiéndome mi encebollado, veo a unas chicas vestidas de uniforme, sentadas en una mesa próxima a la mía. Las chicas eran evidentemente de Colegio (acá se usa "Colegio" para diferenciar la secundaria de la primaria, siendo "Escuela" lo que se usa para referirse a ésta última), y llevaban el uniforme con un logo que últimamente se me había hecho familiar y visible en todas parte y en todos los estudiantes con los que me encontraba en la calle, una institución cristiana. El bus que solía usar para recorrerme la ciudad y empezar a familiarizarme con ella, pasaba frente a esos edificios grandes, y a la pared que contenía ese nombre en letras muy visibles. Desde el principio me había llamado la atención, pero de una vez deseché la idea por pensar que lo menos que quería era sumergirme en un mundo religioso cuando había salido de uno, casi que huyendo, y sin ganas de estar en otro. Las formas religiosas no cambian demasiado de país en país. Pero además, me recordé, yo vine a este país a cambiar de área laboral, no a seguir en lo mismo.
   Lo cierto fue que al ver a esas chicas, y a pesar de mis pensamientos inmediatos respecto a lo que podría significar esa institución para mí en el sentido de hacer algo para aproximarme a ella, me nació el impulso de abordarlas y sacarles conversación. Recuerdo haberles preguntado qué tal les parecía la institución y si se sentían cómodas, me respondieron afirmativa y amablemente a todo y hablamos todavía un rato más. Se fueron las estudiantes primero y yo quedé pensativa respecto a la situación en el sitio donde estaba viviendo; no me agradaban en absoluto esas chicas que habían llegado hacía dos semanas, pero no podía mudarme a ninguna parte mientras no tuviera un trabajo que me proporcionara una entrada segura, de manera que estaba obligada a buscar seriamente un trabajo. No más eso de recorrerme inútilmente el centro en búsqueda de algo que no sabía exactamente lo que era. No más perder tiempo, pasajes y perderme yo en la búsqueda de un sitio donde dejar mi hoja de vida: es cierto, tenía mucho miedo, y cada día que pasaba me sentía menos segura de hacer lo que había venido a hacer, esto es, a buscar trabajo en un área distinta a la educativa. Me parecía imposible entrar al mundo periodístico porque no tenía la experiencia requerida tal como me decían algunas personas con las que había conversado en mis primeros paseos por la ciudad. Me decían que era un mundo cerrado, no daban muchas oportunidades a alguien desconocido, menos extranjero. Y me sentía tan pequeña ante esa realidad que te digo la verdad, en esa primera etapa no me molesté en buscar direcciones de periódicos como para dejar hoja de vida allí. 
   Cuando llegué a la casa ese día, arreglé un poco de mis cosas, guardé las compras y me encerré en la habitación, como hacía de costumbre, para seguir trabajando en mi novela, porque ya había avanzado en las dos primeras partes mientras estaba en Venezuela y me había traído un par de cuadernos para seguir avanzando aunque fuera manuscrito, puesto que no contaba con una computadora propia. Escribir esa novela era algo que aliviaba mis pensamientos de tristeza de esos primeros días estableciéndome en Ecuador, y también me entusiasmaba por el producto que estaba quedando. Te explico: esa novela la escribí yo a los 17 años. No obstante, tras muchas revisiones y críticas de algunos expertos de mi entorno, me di cuenta que debía dejarla reposar y corregirle muchas cosas, mejor dicho, era preciso que la reescribiera, y a eso había decidido dedicarme desde mayo de ese 2015. En mi haber tenía más de 8 años de experiencia vital que me había enriquecido mucho, tenía una visión más crítica de lo que quería lograr con mi novela, del mensaje que quería dar, y una técnica de escritura depurada y mejor trabajada. Me había dedicado a la reconstrucción de esa novela y estaba avanzando a pasos agigantados a medida que me acercaba al punto más tenso y su solución, creo que fue una manera de proyectar mis propios conflictos y tensiones personales. 
Uno de mis lugares favoritos de la ciudad. 
   El domingo revisé los clasificados en la sección de empleo, por primera vez en toda mi vida, con interés de encontrar algo para comenzar a hacer la semana siguiente. Vi varios avisos que llamaron mi atención, algunos eran con la modalidad de enviar mi curriculum a una dirección electrónica señalada en el aviso, y otro era de presentarme con mi hoja de vida a una dirección física que me tocaría averiguar para poder llegar al día siguiente. También, había averiguado la dirección de una institución educativa que buscaba docente en el área de Lengua y Literatura, por la cual me enteré a través de un anuncio en una plataforma para buscar trabajo por internet a la que estaba suscrita. Estaba absolutamente decida: esa semana que venía iba a encontrar un trabajo para mudarme lo más pronto posible de la casa donde estaba viviendo.   
   De ese modo, el lunes 30 de agosto amanecí temprano y salí pasada la media mañana, decidida a retornar con algo concreto en lo cual empezar a trabajar esa semana, que iba a ser la primera del mes de Septiembre. Mi itinerario comenzaba en esa institución cristiana, a la que decidí acercame para dejar uno de mis curriculum, motivada por un extraño impulso. Luego buscaría ese sitio a donde tenía que presentarme personalmente con mi hoja de vida, para un trabajo como encuestadora que no requería experiencia. Finalmente, me iría a la institución que estaba solicitando docente tal como había visto la noche anterior en su aviso de Multitrabajos
      Cuando fui a dejar mi hoja de vida en la institución, sentí un ambiente de resistencia y curiosidad por verme entrar con paso tan seguro, que me dio más fuerzas para sobreponerme a todas las resistencias que se pudieran presentar en mi camino para hacerme desistir de mis metas. Fui a otra sede de la institución, porque esa que yo veía siempre en mi trayecto del bus, era la de la escuela y yo no quería nada con la escuela, yo sabía que quería trabajar en el colegio. Dejé mi hoja de vida especificando el cargo para el que me postulaba y haciendo énfasis en el nivel con el que quería trabajar, y me dijeron que la revisión de hojas de vida se llevaría a cabo a partir del mes de enero, que el año académico estaría terminando. Me sentí un poco decepcionada, pero nada había perdido llevando mi hoja de vida a ese lugar. De ahí pasé al lugar de las entrevistas personales para encuestadora, que se hizo a mediodía. Me encontré con que las entrevistas se realizaban en grupos, y yo pasé entonces con 2 o 3 personas más, no recuerdo el número exacto. Nos explicaron en qué consistía el trabajo, el salario era el básico y tendríamos que movilizarnos bastante, dentro y fuera de la ciudad. Cuando le planteé si había algún problema por ser venezolana y no tener más identidad que mi pasaporte, me pidió quedarme al final de la entrevista, y ahí me dijo que tenía que sacar un permiso de trabajo. Eso me costaba casi exactamente el dinero que me quedaba, y me topé con esa primera dificultad que me hizo vacilar en mi firmeza de que todo me saldría bien. No podía quedarme sin dinero porque tenía que pagarme los pasajes y la comida en la casa. En ese momento estaba bien con la comida, pero lo de los pasajes me iba mermando el ahorro que tenía. 
   Recuerdo haber salido de ahí preguntándome cómo resolver esa situación, mientras hablaba con un chico que también había ido a la entrevista y tenía que sacarse un permiso igual, no recuerdo por qué razón, porque no era extranjero. Le pregunté cómo llegar a la dirección de la institución a la que tenía que irme y no supo indicarme. Quedamos en que al día siguiente nos encontraríamos para ir al centro y averiguar qué se requería para sacar ese permiso. De ahí caminé un rato vagando y pensando cómo hacer, hasta que llegué a un centro comercial que conocía y me podía medio ubicar. Estando ahí recibí la llamada de ese hombre que se había ofrecido ayudarme a conseguir un trabajo en un ministerio, para preguntarme dónde estaba. Le dije mi ubicación y que tenía que ir a esa institución donde solicitaban docente, y él me dijo que me llevaba. Me resultó más cómodo esperarlo, pero haciéndolo se hizo tarde y no le vi sentido a irme a ese lugar ya por ese día. Me llamó de nuevo, disculpándose y pidiéndome que lo esperara afuera, cosa que hice, y mientras esperaba que llegara volví a recibir una llamada. Pensaba que era él de nuevo, pero para mi enorme sorpresa me estaban llamando de la institución donde había dejado mi hoja de vida en la mañana, para citarme a una entrevista al día siguiente, a las 9 de la mañana.

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