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Mostrando entradas de 2015

De cómo te conviertes en ciudadano del mundo.

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          El mes de julio se me fue en un suspiro a causa de los viajes por el occidente del país que estuve realizando, despidiéndome de amigos, épocas, historias, anécdotas, experiencias y pedazos de mi vida que son inolvidables. Todo esto a causa de que estoy en vísperas de marcharme de Venezuela, alzar el vuelo, independizarme y construir una vida más completa, a mi medida, con las cosas que mis padres, familia y amigos me han aportado para ser un humano integral.          Despedidas, cierres, reencuentros, celebraciones, lágrimas, tristezas, alegrías, momentos agridulces, todas estas palabras caracterizaron mi Julio 2015 y siempre lo recordaré. Así como siempre recordaré este país que tantas cosas hermosas me dio.  Salir de tu país de origen necesariamente te convierte en un ciudadano del mundo; confieso que esto no me asusta tanto como el hecho de estar lejos de mi mundo social conocido hasta ahora, pero sí es algo que está ahí, latente, dispuesto a salir y con la mala intenció

A propósito de las legalizaciones de matrimonios homosexuales.

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Y sí, este es un tópico que en algún momento iba a tocar puesto que forma parte de mis creencias, de mis pensamientos, actitudes, gustos y de quién soy. Sin embargo, en esta ocasión no lo haré de manera directa sino colateral. Hay una página que me resulta interesante y enriquecedor (y que en lo que termine de redactar esta entrada voy a colocar entre mis páginas seguidas y recomendadas), que tiene una perspectiva religiosa que desafía la religión. El único detalle para mis lectores hispanohablantes confinados al español, es que está en inglés.  Sin embargo, lo que copiaré acá es la traducción de una de las entradas que más me impactó (pues se parece a mi propio pensamiento) en torno al debate surgido por la aprobación de los matrimonios homosexuales en Estados Unidos. El contexto es norteamericano, y los evangélicos a los que se dirige el autor, son norteamericanos también. Sin embargo, mucho de eso salpica a los evangélicos de todo el orbe, y por eso decidí traducirlo: es un art

Reflexiones sobre mi labor como docente (Última parte)

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        Estos 3 años trabajando como docente a nivel de bachillerato han tenido el peso de toda una vida para mí, y sé que es una época que atesoraré de manera muy especial en mis recuerdos. También sé que es un época donde forjé hermosas amistades y enlaces que mucho agradeceré en el futuro.         Mi tercer año en la institución comenzó como una docente que había aprendido que la lección más importante jamás aprendida, era que aún le quedaba mucho por aprender. Procuré hacer de cada encuentro, un momento significativo y lleno de valor. Había conseguido deslastrarme de muchos prejuicios, de concepciones erróneas sobre lo que significa el acto educativo, y me obligué a ir más allá, me reté a trasponer mis límites. Lo fundamental para mí era considerar que estaba tratando con iguales, y que a partir de ahí procuraría construir una relación lo más equitativa posible. En ese sentido desde el primer lapso implementé un sistema en el que solicité de los muchachos que manifestaran sus op

Reflexiones sobre mi labor como docente (Parte 3)

       Hoy, mientras hacía un trámite ministerial, pensaba en este enorme problema que comparten tanto ciudadanos como funcionarios públicos, y que también tienen docentes: la imprecisión al impartir una determinada instrucción. Este pensamiento, esta observación, me llevó al recuerdo del cierre de ese primer año académico donde yo era la profesora titular del grupo de 4to y 5to año, y todas las impresiones que esto me dejó. Yo sabía que había hecho algunas cosas de manera inadecuada, pero no lograba dar con todas ellas de manera precisa. Me repetía una y otra vez que algo debía estar mal conmigo para generar tanto desprecio en mis alumnos.  Y okey, sé que no soy moneda de oro, como decimos, para caerle bien a todos mis alumnos, pero algo estaba proyectando yo que causaba en mis alumnos ese irrespeto y maltrato que me prodigaron aquel año.      Toda esta reflexión y autoexploración llegó motivada por un acontecimiento crucial en mi vida. Para el mes de julio del 2013 yo había rebaja

Reflexiones sobre mi labor como docente (parte 2)

Durante un momento de mi 5to año estudiamos algunas ideas de Jean Paul Sartre, y recuerdo que una de ellas se me quedó fija de las cosas que planteó en su obra literaria y filosófica: la libertad nos aterra porque implica responsabilidad. Y en este sentido, más o menos algo de terror sentí cuando estaba culminando mi último año del pregrado. Sabía que iba a estar libre de la costumbre de tener que ir a la universidad todos los días de la semana, asistir a las clases, leer los libros asignados, relacionarlos unos con otros y luego hacer consideraciones a partir de la lectura de éstos; sabía que esto me hacía feliz e infeliz al mismo tiempo, porque aprendí a organizarme de tal suerte que convertí en un beneficioso hábito el leer todo lo que me mandaban en las clases (cosa que nunca hice con tanta aplicación los 4 años anteriores). El terror, posado en la boca de mi estómago, produciéndome una sensación parecida al vértigo, me hacía temer por la siguiente etapa... ¿Y si no daba la talla?

Reflexiones sobre mi labor como docente (parte 1)

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Y he cerrado una etapa de mi vida, es cierto. Y me siento un poco deprimida, también es cierto. Sin embargo, en aras de convertir esa depresión en algo productivo, he decidido hacer una serie de entradas donde describa un poco lo que significó este papel que durante tres años convertí en mío: la docencia. ¡Rut (sin H)!  Recuerdo que todo comenzó con una frase que dijo una profesora admirada por mí, en el 1er año de mi carrera, donde hacía referencia a la noble labor que significaba enseñar a otros. Cuando estaba en el 5to año de ésta, supe que era momento de transitar por este sendero, que era algo que debía hacer. Y es que de alguna u otra forma toda mi vida me había llevado a este lugar: crecí con muchas miradas puestas en mí, y empujándome a dar de lo abundante que se me había dado, a otras personas, particularmente en el área de la enseñanza. A los 12 comencé a trabajar en un plan vacacional organizado por una iglesia, y me codeé con distintos educadores y diversos métodos d

El imperio de lo Absurdo.

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    Recientemente presencié una escena colegial que me dejó sumida en los más singulares pensamientos, muchos de los cuales van encaminados a tratar de considerar las cosas desde una perspectiva lo más objetiva posible.      No es la primera vez que observo, en mi corta labor como docente, el inconsciente e injusto trato que el adulto le prodiga al joven estudiante. Es inconsciente puesto que está cargado de exigencias hipócritas: le exige honestidad al adolescente, cuando él mismo no lo es. Le exige respeto, cuando él no lo da. Le exige sumisión y obediencia ciega, cuando él mismo no es capaz de darla, a nadie, bajo ningún concepto, y se rebela en su fuero interno con indignación si otro adulto se la exigiera.      Es injusto porque producto de la inconsciencia antes señalada, el adulto castiga al estudiante en proporciones desmesuradas que no solucionan sino que empeoran la situación.      Ambos elementos estuvieron presentes ayer en la escena colegial de la que fui testigo. Y

Eso llamado amor.

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Con agrado y cada vez más emoción observo en las últimas películas animadas que la industria del cine nos ha vendido (Brave, Frozen, Maleficent -aunque esta última no entra en la categoría de película animada, tiene en esencia un mensaje similar a las dos anteriores) un acercamiento a ese enigma universal llamado Amor, que se aleja del paradigma convencional del amor de pareja. Y es quizá ese acercamiento distinto, lo que ha esclarecido el enigma de Eso llamado Amor.  Me quedo con una de las canciones de Frozen en la que se menciona que el amor es "una fuerza poderosa", y tal lo parece, lo suficiente como para romper maldiciones milenarias. En el caso de la mencionada película, fue el amor de Anna por su hermana Elsa, lo que permitió que el don de ésta se convirtiera en algo extraordinario que le llevó a comprender que podía revertir el daño que había hecho en su reino, al dejarlo sumido en un invierno que parecía eterno. Anna, por su parte, aprendió cómo el amor es capaz de

El retorno..

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Hay voces que se atascan entre cuatro paredes de concreto, y hay otras que se elevan por encima de las ondas sonoras.  La voz que viene de adentro, esa que no dice nada audible aunque es capaz de levantar imperios enteros y derrumbarlos al mismo tiempo, esa que ha estado tanto tiempo atascada entre cuatro paredes de concreto, es esa la que quiere elevarse por encima de las ondas sonoras.  Mucho tiempo alejada de este medio estuve, y en ese tiempo la necesidad de revivir este blog me visitó una y otra, y otra, y otra vez. No es la necesidad de desahogarme (que para eso tengo mi diario), sino más bien compartir pensamientos -de esos intensos- que me visitan, y así hacerle honor a ese adjetivo con el que mucha gente últimamente se ha dado a la tarea de calificarme: Intensa.  Porque intensa soy y lo abrazo, intensa y profunda. Me cuestiono por el sentido de casi todo, aunque tengo mis días de descanso.  Porque intensa soy y lo acepto.  Porque intensa soy y he retornado.  *Entrada de

Torpedo.

         Un torpedo siniestro expulsado a las complejidades del mundo ordenado y civilizado, irrumpe en la escena de golpe y sorprende a todos los que lo ven; intruso indeseado y vergüenza de quien le da origen. Notar su aparición es asunto reñido entre su autor y los que le rodean, pero todos acuerdan en ese lenguaje corporal y silencioso, hacer como si nada hubiera pasado. La ocurrencia de este fenómeno es casi tan frecuente como el nacimiento de niños en el mundo, y sin embargo nunca deja de impresionar por la espontaneidad con la que sucede.          Carlos era el dueño del torpedo; su respiración violenta causó su aparición, y una vez que lo vio quiso mostrarse indiferente, pero la conversación que llevaba con su vecina se tornó cada vez más nerviosa e incomprensible.          Mariana lo vio y sintió vergüenza ajena; no era su torpedo y aún así sintió su rostro enrojecer, entonces desvió la mirada de Carlos y sutilmente se llevó la mano a su nariz, tanteándosela.