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Mostrando entradas de julio, 2017

Días de adaptación con sabor a Ecuador (2da parte)

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   Esa segunda semana de septiembre empecé a sumergirme realmente en el mundo ecuatoriano. El lunes Geraldine y Raúl quisieron saber lo que había hecho el fin de semana, parecían auténticamente preocupados por el hecho de que estaba sola en el país y había dejado a toda mi familia atrás. Me invitaron a almorzar el domingo con ellos y yo acepté complacida. Me maravillaba la amabilidad que mostraron conmigo. El viernes que habíamos salido, ellos me invitaron la comida, porque yo solo tenía dinero para el pasaje de esos días hasta que me saliera el primer pago. De manera que me sentí en confianza con ellos, tranquila y segura.      También, esa segunda semana el hostigamiento respecto a mi condición de soltera fue casi insoportable. Recuerdo perfectamente que Geraldine no cesaba de preguntarme "cómo así" estaba soltera. Si no había dejado un novio en Venezuela. Y cuando se cercioró de que nada había dejado allá respecto a un novio o algo, entonces me dijo que en la institució

Días de adaptación con sabor a Ecuador.

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    Me encontré a mi misma trabajando en ese sitio. Contra mis pronósticos mas no contra mi voluntad. Me había mentalizado para salir pronto del sitio donde estaba viviendo con los chicos venezolanos, y cada día se me hacía más imperativo salir de ahí. Entonces este no tan inesperado trabajo, me cayó como anillo al dedo para mis deseos.     El miércoles 2 de septiembre del año 2015, había tenido toda la tarde del día anterior para pensármelo y prepararme psicológicamente para la experiencia que significaría trabajar con niños tan pequeños; se lo había contado a Ramón y tanto él como José estuvieron de acuerdo en que la oportunidad era como caída del cielo, y que a partir de esa experiencia yo me abriría camino hacia lo que me había propuesto. Ese miércoles comencé a trabajar en esa institución.      Los recuerdos de ese día son un poco borrosos, pero sé que no fui con la expresa intención de comenzar a trabajar de una vez, sino más bien con la de darle mi respuesta positiva a la d

Iniciando un nuevo capítulo.

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    El martes 1 de septiembre me encaminé con paso seguro a esa institución , para asistir a la entrevista para la que me habían llamado el día anterior. No había dejado de pensar en que mi maravilloso currículum vitae los había hecho caer rendidos a mis pies (ja, ja, ja, ja), y por eso de una vez me llamaron. Me emocionaba la perspectiva de volver a dar clases en otra parte distinta que no fuera mi tierra, aunque me sentía un poco conflictuada porque había venido a hacer algo distinto y resulta que me lanzaba de cabeza a lo que había venido haciendo durante los últimos tres años. Pero, me dije, esto sería solamente temporal. No había por qué hacerme mala cabeza. Cuando llegué a la zona por donde queda la institución, me fui directo al edificio del colegio, segura de que ahí sería mi entrevista, y ya casi saboreando la delicia y maravilla de sentirme la flamante nueva docente de Lengua y Literatura de los últimos años de secundaria. Al preguntar por mi entrevista y por la persona que

Estableciéndome en Guayaquil.

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   El sábado 29 de agosto salí temprano para hacer unas compras a un supermercado que me quedaba cerca de donde estaba viviendo. Era un día caluroso, como son muchos de los días aquí en Guayaquil. Cuando terminé de hacer mis compras ya eran las 11 de la mañana y tenía hambre, de manera que resolví comer en un establecimiento que estaba en ese pequeño centro comercial circundante al súper, donde vendían ese plato que en aquel momento me parecía una maravilla: encebollado . Es como una sopa a la que se le aplica mucho limón y por lo tanto resulta refrescante y ligera, justo las dos cosas que me apetecían comer en un clima como ese con que amaneció la ciudad. Estando sentada ahí, comiéndome mi encebollado, veo a unas chicas vestidas de uniforme, sentadas en una mesa próxima a la mía. Las chicas eran evidentemente de Colegio (acá se usa "Colegio" para diferenciar la secundaria de la primaria, siendo "Escuela" lo que se usa para referirse a ésta última), y llevaban el u

Retorno a la realidad, retorno a Guayaquil.

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   Fue un viaje plácido, ese que hice a Quito. Me lo disfruté de principio a fin, probé cosas nuevas, ricas y deliciosas, conocí nuevos lugares, tomé muchas fotos, conocí personas diferentes a mí y a lo que siempre había conocido. En resumidas cuentas, le había dado una dosis bien alta de alimento a mi alma, y me sentía súper viva, súper entusiasmada, súper emocionada con lo que para mí, de alguna inconsciente forma, era un maravilloso viaje de turismo.       El viaje en ese bus, de camino a Guayaquil otra vez, fue algo que mucho lamenté. Me hubiera gustado quedarme en Quito. Todo lo que vi de la ciudad me encantó, y pensaba que era un pesar haber llevado mis papeles y ya haber hecho todo el registro en la ciudad costeña, el tiempo me enseñaría que radicarme en Guayaquil fue lo mejor que pude hacer. Mientras estaba en el bus y trataba de conciliar el sueño, recordé también esa primera vez que viajé de Quito a Guayaquil, cuando vine por primera vez a Ecuador, y todas las emociones re

Unos breves días en Quito.

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    Pensé que pasaría más días en Quito de los que realmente pasé. El asunto es que Patty no se sabía mover en transporte público, y a mí no me dejaron ni por equivocación hacerlo sola. Los tíos de ella, más bien sobreprotectores, se opusieron a la idea de que yo saliera sola a conocer la ciudad, menos aún por ser extranjera. Entonces teníamos que esperar a que los primos de Patty (que en la mañana tenían clases universitarias), se desocuparan para que en la tarde o en la noche, saliéramos a pasear por alguna parte.     Yo estaba empeñada en conocer la famosa Mitad del Mundo , que fue un lugar en el que estuvo papi hace muchos años y del que recuerdo una foto que vi desde muy pequeña y me sorprendió. Eso le dejé a Patty claro, para que no se nos olvidara con tantos lugares qué conocer en la ciudad. La Basílica, desde la distancia.    El primer lugar al que me llevaron el lunes en la noche fue al centro histórico de la ciudad, donde conocí la imponente Basílica  y  La Ronda , u

Mi primer encuentro con Quito.

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   Viajé hasta Portoviejo el sábado 22 de agosto, quince días desp ués de haber salido de Venezuela. Para estas alturas ya me sentía sumergida en el mundo ecuatoriano y el peso de haber salido de mi país se hacía cada vez más ligero, de tal suerte que me encontraba en las alas dichosas de la aventura, sin pensar en nada más. El viaje de Guayaquil a Portoviejo no demoró más de 5 horas, si mal no recuerdo, y habiendo salido a las 8:00am, llegué a golpe de mediodía a la capital de la provincia Manabí. Mi amiga Patty me recibió en el terminal terrestre, junto a su mamá, y de ahí nos fuimos a la casa para dejar mis cosas y que descansara un poco si quería. Me impresionó sobremanera la hospitalidad de ellas, que sin conocerme mucho me abrieron las puertas de su hogar así. Hacía muchísimo calor, así que opté por dormir un poco hasta que el hambre me despertó. La mamá de Patty no estaba, y no había comida en la casa, por lo cual Patty llamó a una prima para que nos acompañara a almorzar algo.