De cómo el existencialismo surge en el esquema literario occidental de principios del siglo XX.


Se ha revisado en las secciones anteriores, la ruptura de los esquemas y patrones artísticos-literarios del siglo XIX con los del siglo XX, y cómo éstos responden principalmente al cambio que se da en el hombre y a su búsqueda incansable. En este estadio del pensamiento del hombre, cuando se deja atrás una etapa y otra se abre, hay una fuerte tendencia al nihilismo, y éste cobra fuerzas en el surgimiento del Existencialismo como postura filosófica ante la vida, y esta postura filosófica llega hasta los ámbitos de la literatura y produce dos obras sobre las que se reflexionará en los siguientes párrafos: La náusea de Jean Paul Sartre y El extranjero de Albert Camus. 
No siempre la presentación de lo cotidiano mediante formas innovadoras, es la característica principal de la literatura del siglo XX en relación a su diferencia con la decimonónica. Como ya se ha escrito más arriba, hay tantas manifestaciones literarias como características personales de los escritores. La deformación de la realidad a través de recursos como la parodia, lo grotesco y el absurdo funcionó también para renovar la literatura y aportar nuevos elementos que la diferenciaran de la llamada “realista”. Las obras de Sartre y de Camus tienen presente el rasgo de absurdidad como forma de ruptura con la narrativa del siglo XIX. En ambas se presenta la existencia como una condición que sume al hombre en un absurdo constante por no hallarle sentido a su vida más que en algún elemento externo a ésta —en los textos de Camus y Sartre, se encuentran estos elementos externos, representados en la muerte a la que condenan a Meursault y la decisión que toma Antoine, al final de la obra, de dedicarse a ser escritor—, y la finitud de la vida no basta para compensar la irremediable tragedia que resulta de existir. 
Aunque ambas obras tienen en esencia un contenido similar que gira en torno a la problemática de la existencia y la soledad del hombre moderno, funcionan de manera inversa en su estructura, es decir, muchos de sus elementos formales son opuestos, como por ejemplo los protagonistas y su posición inicial ante la vida. Antoine, el protagonista de La náusea, es un hombre que se lanza complacientemente a la reflexión acerca del significado de la vida, y mientras hace esto cae en cuenta del enorme sinsentido en el que están sumidas las vidas de los seres humanos. Por su parte, Meursault, el personaje de El extranjero, es la antítesis de Antoine; prefiere aferrarse a su cotidianidad para no tener que pensar en cosas que vayan más allá de sus necesidades básicas y elementales de cada día. La primera obra inicia con el hastío que Antoine siente hacia su rutina, y la segunda obra inicia con la ruptura que sufre la rutina de Meursault y cómo esto afecta su consideración estática de la vida. 
Ahora bien, respecto a la obra de Sartre, aunque su lenguaje eminentemente filosófico, pesado y lleno de reflexiones, invaden la obra de principio a fin, su mayor aporte consiste en la forma como está narrada. Antoine escribe en un diario y a través de él podemos adentrarnos en su interioridad, en su intimidad, en las cosas que no se reflejan con un narrador omnisciente de la fase “realista”, pero también es un acercamiento arbitrario, sujeto al criterio de Antoine de describir las cosas que considere más pertinentes y relegar aquellas que no le parezcan relevantes. Sin embargo esta estructura, el diario, es una que excluye, por antonomasia, a cualquier lector, principalmente porque el diario está escrito para la persona que lo escribe y no para comunicarle un mensaje a un tercero; esto sitúa al lector en una doble posición: la del “entrometido”, por llamarlo de alguna manera, es decir, que está leyendo un texto que no ha sido escrito para comunicarle nada directamente; por otro lado pierde una buena parte de la referencia de lo que ocurre en el texto porque, producto de la primera razón, éste no está escrito para que él lo lea, entonces no existe una figura de narrador que guíe al lector y le indique el camino a seguir. También el tiempo sufre una transgresión que aleja la narrativa de Sartre de las del siglo pasado: se construye en base a un tiempo presente estático, inamovible, gracias a la estructura del diario. Sabemos del desarrollo de los hechos gracias a que Antoine escribe, pero fuera de su escritura no hay nada más, nada existe —pudiendo leer esto como una analogía con la base del existencialismo, hecha a propósito por Sartre—.  Estos rasgos en la obra de Sartre constituyen su principal logro y lo que consigue alejar su obra del paradigma de la narrativa del siglo XIX.
La obra de Camus adolece de una estructura que renueve la forma tan drásticamente como lo hace la obra de Sartre, pero su manejo del lenguaje, su profusión en la descripción de la naturaleza y de las situaciones en que se encuentra inmerso Meursault, lo que éste piensa, siente y cree, determinan el alejamiento de El extranjero de la narrativa realista. Camus tampoco emplea un narrador omnisciente, sino más bien se vale de la voz del mismo personaje de la obra para que sea éste quien narre todo lo que acontece, y lo narre de tal manera que dibuje los elementos externos a él de acuerdo a su estado de ánimo, construyéndonos así un mundo de acuerdo a su parecer. Estructuralmente, vemos el mundo a través de los ojos de Meursault porque no existe otra voz dentro del texto que construya los hechos desde alguna otra perspectiva. Esta limitación en la descripción de un fenómeno, reduciéndonos la vista a una sola versión de lo que ocurre, sumergiéndonos en una subjetividad que termina por deformar, desestimar y cuestionar hasta los límites convencionales, legales y morales del mundo exterior, se configura como el elemento que aporta Camus a la narrativa del siglo XX y que marcan la ruptura de su obra con las del siglo XIX.
La literatura como posibilidad de confluencia interdisciplinaria no es una invención del siglo XX, sin embargo no puede menospreciarse el avance, desarrollo y técnicas magistrales que en los comienzos del siglo pasado tuvo la relación de la literatura con otras áreas de conocimiento —filosofía, psicoanálisis, psicología, derecho—, y la producción de las grandes narrativas que aún hoy siguen teniendo resonancia en nuestro estudio de la literatura occidental. El existencialismo en la narrativa de Sartre y Camus crean una nueva manera de conjugar la literatura con la filosofía, una nueva manera de presentarla y una nueva manera de crearla. 


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