¿Por qué la poesía?

Pensando en estos días, recordaba un encontronazo que tuve hace unos meses con mi profesor de poesía (un poeta de oficio, de práctica, de pasión). Y es que cuando se estudia una carrera como la que yo estudio, la tendencia es a lo más "sencillo", lo más conocido: la narrativa. Ahora bien, ¿por qué la poesía? Y esta es una pregunta que me he hecho durante mucho tiempo. 
Es del conocimiento general y popular que cuando se está enamorado la tendencia es a poetizar el mundo, poetizar la experiencia amorosa, poetizar, poetizar, pero ¿qué es poetizar?
Ahora, volviendo al recuerdo del encontronazo, es irónico pensar que actualmente amo sus clases, y que incluso al concluir las sesiones que nos tocan me quedo platicando con él, alimentando cada vez más la razón, entiéndase, razón, de por qué la poesía. Y hago insistencia en que es la razón, la que me ha alumbrado, por encima de la emoción de estar enamorada.
Parto de mi propia experiencia, parto de mi vivencia como escritora novel, prematura. Desde los trece años estoy escribiendo; en aquél momento me sirvió como una vía de escape, yo sabía que no era como mis compañeros de clase y me sentía incapaz de integrarme a los distintos grupos de bachillerato con los que estudié. Escribir era internarme en mi mundo, un mundo donde yo no era una rara, una "diferente" (cuán traumático puede llegar a resultar eso de ser diferente en la adolescencia); un lugar donde yo podía ser Yo con total y completa libertad. Me gustaba leer, pero mucho más escribir porque me sentía dueña y señora de mi creación. Recordando con mayor claridad, las cosas que escribí en aquella época consistieron más que todo en poemas, sí, poesía; y entonces yo, la amante de la narrativa, la que se ha considerado durante estos últimos cinco años inclinada más hacia la narrativa que hacia la poesía, la que se preguntó durante muchísimo tiempo por el valor de la poesía, resultó producir en sus años más tiernos, poemas. No fueron demasiados, tampoco podría hacer un libro con los poemas que escribí, pero han resultado una guía que complementa todo lo que hasta ahora he aprendido sobre la poesía gracias a mi profesor, y estoy segura que si un colega que conozco hubiera tenido las clases con el profesor que yo tengo, él, tan negado a la simplicidad y complejidad contraria de la poesía, él, tan apegado al funcionalismo, tan práctico, científico y metodológico, un lógico perdido entre las letras, estaría de acuerdo con mi razón.
Contrario a lo que se dice, idea tan extendida como errada, la poesía no comienza con el sentimiento: "es sentir cosas bonitas y expresarlas en un papel", "expresar los sentimientos del poeta", por el contrario, la poesía comienza con la razón, con una conciencia, conciencia, conciencia. Es esta una distinción muy importante. Se hace imposible hacer poesía sin conciencia. Y puede ser conciencia de muchas cosas o de una sola, pero es preciso estar consciente. Yo estaba consciente de mi diferencia respecto a los demás, diferencia marcada y remarcada por mi manera de hablar, de vestirme, de creer, de sentir y de gustar las cosas. Todos somos diferentes, es cierto, pero a nivel de convivencia social hay diferencias que se aceptan y hay otras que no. El poeta moderno es un ser de naturaleza distinta al resto de los seres, una diferencia que pocas veces es aceptada, tolerada o comprendida. Hago énfasis en el adjetivo porque hay un cambio en la visión que se tiene del poeta hoy, y la que se tenía en la edad clásica greco-latina, medieval de occidente y en el Renacimiento. Pero ese no es el contenido de esta entrada. 
Esa es la base de la poesía en su nivel ideológico, la conciencia, el poeta como un ser distinto, no comprendido, que puede ser rechazado, e incluso perseguido. El poeta como un ser marginado, apartado, alejado de la realidad que le es común a todos, constructor de una realidad personal no adaptable a la de las convenciones sociales; el poeta como visionario, porque es capaz de ver por encima de la cotidianidad, es capaz de abstraerse al día a día, y su visión va más allá de esa esclavitud diaria del trabajo, la supervivencia en un mundo deshumanizado y la dependencia enfermiza al paso inexorable del tiempo; el poeta como aquél capaz de sobrellevar su diferencia en medio de tanta homogeneidad social a través de su escritura, y es aquí donde el aspecto lingüístico hace acto de presencia. Sin embargo, en la próxima entrada ahondaré en este aspecto con detalle, que ya la presente entrada está suficientemente cargada.   
   

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