¿Por qué la poesía? Parte II

Comienzo por aclarar que este intento mío de reivindicación de la poesía, responde a una problemática más de tipo interno que externo; es decir, no pretendo reivindicarla ante los ojos de los demás, sino ante los míos, y quizá así pueda defenderla con vehemencia de las embestidas que sufre en el sistema educativo venezolano en el que se forman las nuevas generaciones.
Pasado este punto, retomo el aspecto que dejé nombrado en la entrada anterior en referencia a la poesía: su aspecto lingüístico; aspecto, además, que pretendo explique de la manera más pragmática posible el por qué de la poesía. Ya aquí no se trata de elevar pensamientos y enunciar grandes razones ideológicas y filosóficas detrás del poeta, sino más bien es desnudar la materia con la que éste trabaja, materia que además usamos todos a diario, oralmente o por escrito, para comunicarnos. Porque visto desde la sabiduría popular: "no es lo que usas, es cómo lo usas." Del mismo modo la lengua en sus dos grandes usos, el lenguaje hablado y el lenguaje escrito, es el vehículo usado por los poetas, y lo que diferencia el lenguaje poético del lenguaje popular, común -incluso en ciertos aspectos el narrativo entraría en esta clasificación-, es la función que ambos tienen, el fin que persiguen, el cómo del uso poético de la palabra.
La lengua es arbitraria, la mayor parte de los significados que tienen los símbolos que conocemos como palabras, son arbitrarios, es decir, no guardan ninguna clase de relación estructural, física, visible, con el objeto al que denominan. Por ejemplo, no hay nada en el símbolo o significante ROSA que nos anticipe, remita o asemeje a la forma de una Rosa; de igual forma nada hay en la conformación del significado o forma de la rosa, que nos refiera al significante, a la palabra. No obstante, cuando se escribe en algún lado, o se enuncia de manera oral: Rosa, todos saben que se refiere al nombre de un objeto de la naturaleza que impresiona por su belleza, por su fragancia y que es fuente de inspiración para cosas tan cotidianas como nombres propios de personas. Esta relación saussureana significante-significado da cuenta de la función primaria de la lengua: vehículo comunicador, función que además se mantiene a diario entre hablantes, periodistas, comunicadores, docentes. Se trata entonces de la comunicación, usar algo común a todos, estar en relación con el otro, y este es un uso práctico de la lengua.
Ahora, el lenguaje poético es la antítesis del uso práctico. Es la arbitrariedad de la arbitrariedad. Volvamos al ejemplo del referente ROSA y su relación arbitrario-pragmática con el objeto natural que impresiona por su belleza y su fragancia. Hay otra relación del significado con el significante que responde más a una función simbólica que comunicativa: de ésta se alimenta la poesía. Una rosa simboliza belleza, delicadeza, ternura, y los simboliza porque los implica de alguna u otra forma en las características explícitas o implícitas que configuran a ese objeto. Su color puede ubicar a la rosa en un plano comparativo con labios: labios de rosa o labios rosa; Su forma, líneas ondulantes, dan la sensación de delicadeza que puede conferir al objeto nombrado, en uno al que se busca dar protección. El lenguaje poético explota las posibilidades sensoriales ocultas detrás de cada significante, no tiene un uso práctico, directo, sino más bien uno referencial, refiere características del objeto nombrado y lo transforma en puente entre la comunicación y la sensación. Pero también se trata de musicalidad, de ritmo. No es sólo la poesía en su área semántica, es la disposición de los elementos en la página y el reto, la apelación que le hacen a nuestros sentidos auditivos, lo que configura en su comprensión más amplia, la riqueza de la poesía.   
La coloquialidad del habla venezolana es rica en lenguaje poético, altamente prolífica en manifestaciones referenciales y basta echar un vistazo a las expresiones empleadas a diario para darse cuenta de eso. Las frases con el llamado "doble sentido" tienen una fuerte carga poética, en el sentido enunciativo en que aquí he procurado dibujar el lenguaje poético, pero no son poesía.  
¿Por qué la poesía? Y concluyo respondiéndome esta pregunta. Si la defendiera desde una perspectiva eminentemente filosófica, diría con franqueza que la poesía está para alimentar los sentidos, y con esto alimentar el alma (aunque existan posturas filosóficas que separen sentidos de eso llamado alma por ser esta última algo demasiado elevado, inalcanzable). En un mundo de inmediatez, de economización del lenguaje, de prisas y velocidades que dejan sin aliento, alimentar lo que sea permanente, alimentar la calma y acercarse a la concepción platónica de "lo bello", es altamente gratificante y permite afrontar esta rauda cotidianidad con una fuerza extraordinaria. Desde una perspectiva más pragmática, la poesía como canal de comprensión de un mundo mucho más amplio que se esconde detrás de nuestro lenguaje práctico, como manera de ejercicio y como ampliación de horizontes. Casi nada, ¿no?
Les dejo aquí una muestra de una de las mejores producciones poéticas de la cultura occidental, la edad de oro de la poesía española y un autor que no me es muy grato -exquisiteses personales, no es que él no dé la talla-, pero que me ha marcado con uno de sus sonetos. Música, ritmo y poesía del archiconocido Francisco de Quevedo que citaré de memoria: (y esto es mucho decir, así me ha marcado el poema)

Amor constante más allá de la muerte.

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día.
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán, ansioso lisonjera.

Más no desotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía.
Nadar sabe mi llama la agua fría
Y perder respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un dios prisión ha sido.
Venas, que humor a tanto fuego han dado.
Médulas, que han gloriosamente ardido.

Su cuerpo dejará, no su cuidado.
Serán cenizas, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.

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