Acerca del miedo.

Es un algo viscoso que nos paraliza. Tan sutil y escurridizo que solemos pensar en el miedo como algo de la infancia y de acontecimientos masivos. Claro que se siente miedo ante un fenómeno natural. Y ante algún monstruo de la infancia. 
Pero no se piensa con seriedad en el miedo que se le tiene a algo como dejar las rutinas, soltar lo conocido, e incluso aproximarse a otra persona con la que no se ha tratado nunca. ¡Y cuánto miedo hay en las relaciones humanas! Aún entre aquellas que son cercanas en términos sanguíneos. Por miedo dejamos tanto, decimos tanto, callamos tanto, y terminamos esclavizados, creyendo que somos felices y que estamos completos. Y creo que es justo esta ignorancia de cómo el miedo está tan propagado -externa e internamente-, lo que nos hace blancos fáciles de caer en un juego siniestro donde solo somos peones, y me refiero a esto que llamamos vida: infancia, educación predecible; adolescencia, consumo masivo, querer ser como los demás; juventud, estudios universitarios, ser "alguien" en la vida, consumo masivo; adultez, matrimonio, hijos, consumo masivo para los hijos, pérdida de individualidad, se diluyen los propósitos, la juventud y la vida, mientras se ve crecer a los hijos, como si el momento de tener hijos constituyera el fin de uno para que sea el inicio de un nuevo ser; vejez (y ésta llega de la mano con el tener hijos), consu... masi... Quizás no tanto como en los años mozos, pero hay un patrón que cumplir, ser abuelos, gente sabia a la que nadie, en realidad, le presta mucha atención, y ver cómo el ciclo se repite sin fin. Ese es el modelo, un modelo finamente elaborado y delimitado de tal suerte que cualquiera que no pertenece, de inmediato es cargado con un sinfín de reproches.
Estar inmersos en ese modelo impide ver más allá de él; la vida es entonces como la de Truman en la genial película de "The Truman Show", y todos los elementos en ella nos inyectan el miedo en dosis grotescas para impedirnos pensar, creer, explorar, cuestionar y ser, sobre todo esto, "ser". Porque allí donde hay miedo impera la oscuridad, y el ser es un ente resplandeciente que no es visible en la oscuridad, aunque tiene la propiedad de iluminarla. No obstante, las tinieblas inyectadas desde afuera, se alimentan y multiplican con las que existen internamente, porque no se puede negar: el miedo es una reacción natural a un agente externo que nos hace sentir amenazados, y busca protegernos de dicha amenaza. Lo maquiavélico de esto es que las inyecciones externas de miedo nos han embaucado por completo, haciéndonos creer que somos nosotros mismos nuestra peor amenaza, cuando en verdad no lo somos. Y el cuadro final que nos queda es el de un ser humano reducido a un automatismo digno de un ser vivo de cualquier especie, que tiene una función orgánica y biológica que cumplir, ciego a sus capacidades, a sus potencias y a aquello que le distingue de cualquier otro ser vivo: el raciocinio con el que tantas cosas hemos construido. 
Lo veo a diario, en todos los ámbitos en que me muevo, en cada paso que doy, en cada persona que conozco, y lo enfrento a diario también. Miedo de reconocer, miedo de salir, miedo de callar, de hablar, de admitir, de perder. Hemos dejado que nos empobrezcan tanto, que al final, pienso, es hasta mejor vivir en automático para no tener la conciencia de cuánto nos hemos dejado despojar, pero...  No fuimos creados para vivir con miedo, de eso estoy plenamente convencida. El arte, la ciencia y todo lo que hemos alcanzado hasta ahora, me alimentan dicha convicción. No estamos destinados al miedo, ni a vivir esclavos de él y de nosotros mismos en su versión más empobrecida.       

Comentarios

  1. Leerte me hizo recordar aquella frase tan célebre: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres".

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