Del "buenismo" latinoamericano o de la falta de responsabilidad en la región

Hace algún tiempo escuchaba un noticiero de la mañana -involuntariamente, porque los detesto- y captó mi atención el abordaje de una noticia que conmovió a mi pareja, como estoy segura que conmovió a los miles de televidentes que estuvieron expuestos al relato: a mí, en cambio, me llenó de pavor y hasta cierto punto de desprecio. También, sin embargo, me pintó un cuadro nítido de por qué -aunque enemiga de las generalizaciones haré uso de una de ellas-, estamos donde estamos y somos como somos, política y económicamente hablando. 

Esta era una entrada que llevaba mucho tiempo queriendo hacer. Sin embargo, la maduración de ideas y la certeza de no contar con los ejemplos concretos, o con el conocimiento necesario, me instaron a abstenerme de redactar esta muy necesaria crítica. Hoy, no obstante, a pesar de que mis ideas no están del todo maduradas y de que no tengo certeza si poseo el conocimiento necesario, tengo una rudimentaria noción de contar con ejemplos concretos que me ayuden a transmitir mis ideas de la manera más simple posible. 

La noticia comenzaba mostrando imágenes de un barrio popular donde una casa, se notaba bastante improvisada (como esas que muchas de nuestras telenovelas nacionales idealizan), mostraba rasgos de haber sufrido un incendio. Paredes, cocina, muebles hechos ceniza, cables expuestos en el techo, piso destrozado, en fin, todo el aspecto de la casa mostraba la tragedia que se había posado sobre el sitio. El sonido de fondo era la voz de la familia, de la madre (o el padre, no lo recuerdo) lamentándose por el terrible accidente que había acaecido y había desgraciado su vida. El fuego había devorado su hogar, decía; había dejado a sus hijos sin techo, la había dejado a ella en una situación precaria, insistía; necesitaba una mano amiga, terminaba su lamento. 

pobreza

Los asentamientos no planificados son un problema que a menudo romantizamos

La nota noticiosa concluía con el reportero indicando que un incendio había destruido la casa de la señora/señor X porque tenía una conexión eléctrica irregular a un medidor eléctrico que no era el suyo: en pocas palabras, robaba servicio eléctrico a un vecino, y los cables que le suministraban dicho servicio para encender la luz y electrodomésticos sufrieron una sobrecarga energética que prendió fuego a su casa. Como si fuera poco, el reportero, sin que se le moviera un solo músculo de la cara (inconsciencia total, acriticismo rampante) indicaba un número de cuenta al que le podrían transferir una "ayudita" al individuo X tras haber sufrido el incendio que le dejó sin hogar. 

El buenismo latinoamericano, pensé, es ese del que se jactan muchísimos, irreflexivamente, con un sordo e irrisorio orgullo de que "somos bondadosos" (haz el bien sin mirar a quién). Se trata de ayudar ciegamente al otro porque "hoy por ti, mañana por mí". Es ignorar el contexto en el que una determinada situación de carencia sucede, para correr y justificar con el contexto en el que se vive (la vida invivible de América Latina; nuestra condición de subdesarrollados; bla, bla, bla) y pasar a "ayudar". ¿Es realmente ayuda cuando aplaudimos una acción ilegal? Éticamente hablando, ¿qué estamos haciendo? Le estamos diciendo a esa persona que está bien robar, que no tiene la culpa de lo que le pasó, que la entendemos y que le vamos a seguir facilitando la vida como hasta ahora esa persona se la ha facilitado a sí misma, a costas de los demás, viviendo del otro y de su dinero. Estamos perpetuando el ciclo de miseria y pobreza mental que asola a nuestra población. Estamos contribuyendo y "ayudando" a que la mediocridad siga siendo la tasa de medida de nuestra sociedad. 

Buenismo
La bondad y la amabilidad llevadas al extremo 
son tan nocivas como el excesivo individualismo
.

El buenismo latinoamericano es la representación descarnada de nuestra inconsciencia por la responsabilidad individual que tenemos en nuestra vida. Es considerar que somos víctimas de acontecimientos y contextos más grandes que nosotros que nos aprisionan y nos hacen indefensos, y como compartimos el mismo sentimiento podemos entender las desgracias de los demás, y ayudarlos. Cero consciencia de nuestra responsabilidad en el asunto. No digo con esto que nuestro contexto no sea determinante, pero aún en los contextos más opresivos la responsabilidad invididual es la última de nuestras libertades, al mejor decir de Viktor Frankl, psiquiatra y prisionero sobreviviente de Auschwitz.

 

Un poco de esa consciencia nos hace falta en América Latina, porque nos sobran los ejemplos donde el victimismo, la representación de nuestras debilidades, la astucia y la trampa como rasgos de supervivencia que en última instancia se convierten en héroes de las circunstancias, son los protagonistas. Sin ir demasiado lejos, lo ejemplificaré con una telenovela colombiana a la que le eché un vistazo recientemente: "Hasta que la plata nos separe". En esta puedo reconocer estereotipos que están muy presentes también en las telenovelas venezolanas, que consumí indiscriminadamente en mi adolescencia, y que ejemplifican de manera precisa cómo estas no solo romantizan la pobreza y a los pobres, sino que también retratan al protagonista pobre como "víctima de su circunstancia" en la que este no tiene ningún control. 

En efecto, la mencionada telenovela colombiana comienza dibujando dos personajes que no podrían ser más opuestos en forma: Alejandra, una descarnada vendedora de autos en una empresa automotriz, y Rafael, un audaz vendedor de cualquier cosa que se le ponga al frente con tal de ayudar a su mamá y a su hermana a subsistir. Es posible ver el efecto del contexto en la actitud apremiante que caracteriza a Rafael, acuciado por la necesidad de vender cualquier cosa con tal de llevar un plato de comida a la mesa, aunque esta descripción es muy inexacta puesto que al llegar a la casa, su madre ya tiene más de un plato de comida servido para ella, su hija y Rafael. Ahora bien, empiezan a solaparse conflictos que dejan entrever las profundísias falencias -e inconsciencia- del personaje masculino anteriormente descrito. 

Él tiene una ambivalente relación con una chica que al parecer es vecina suya, pero cuyo padre es exigente y estricto, aunque un poco ausente. En un momento de pasión la va a visitar y aprovechan que el sitio donde ella vive está solo, para besarse y manosearse un poco, hasta que llegan los hermanos de ella y los descubren en esa indiscreción. Le recriminan a Rafael lo que han visto pero él niega lo que estaba pasando y lo dejan ir. Más tarde ese día, nuestro personaje se dirige a un amigo de la infancia, y del barrio donde creció, para solicitarle hacer negocios juntos: él le vendería unas cajas de licor para un evento que su amigo tendría en la noche. Su amigo, un poco dudoso de cerrar el trato, a la postre acaba cediendo y le da dinero por adelantado a Rafael para que compre la mercancía. A la salida de la reunión con su amigo, Rafael se encuentra otra vez con los hermanos de su novia, quienes lo obligan a acompañarlos porque su padre quería conversar con él. 

En dicha reunión, le imponen una bebida alcohólica y él no sabe cómo ser firme y abstenerse de ello, -puesto que iba a manejar- no sabe decir que no y acaba bebiendo más de la cuenta, perdiendo su lucidez al volante y ocasionándole un accidente al otro personaje protagonista, a Alejandra, quien salía de un jugoso cierre de contrato y se hallaba en vísperas de casarse.

Con este preámbulo procedo a analizar la presencia de la pusilanimidad y del buenismo, tan corrientes como normalizados, en nuestra forma de relacionarnos con los demás. El personaje de Rafael es un muchacho a quien le falta firmeza para decir que no, quiere quedar bien con todo el mundo y vive en aprietos justamente por su incapacidad de marcar límites claros. En este lado del mundo valoramos mucho las buenas relaciones con los demás, aunque eso signifique que nuestro bolsillo se vacíe o que constantemente abusen de nuestra buena voluntad para los demás. Esa actitud de dar indiscriminadamente a los demás, trae como consecuencia un silencioso malestar que se manifiesta en forma de victimismo. 

Leyendo un poco acerca del llamado "complejo de mártir" acabo concluyendo que algo de eso salpica el carácter de muchas personas en esta región del mundo. Por ejemplo, Rafael es sacrificado, incapaz de decir que no, se siente un héroe en la vida de su hermana (a quien le paga la universidad) y en la de su madre (al ser quien mantiene la casa, impidiéndole a ella que salga a trabajar y le ayude con las cuentas del hogar y de la universidad de su hermana). Luego, cuando las cosas le salen mal, al ocasionar el accidente de Alejandra y tener que pagar el dinero que su amigo le había pagado para llevarle unas botellas de licor, se pregunta por qué la vida se "ensaña contra él". Aquí entonces es claro su papel de víctima de "la vida" y de los acontecimientos externos que nada tienen que ver con sus decisiones. 

Estamos tan acostumbrados a esa lectura de la vida que normalizamos su ocurrencia en las telenovelas. Cualquier incauto espectador auténticamente piensa que el pobre Rafael tiene una suerte de perros, porque además de vivir alcanzado de dinero, manteniendo una casa, una universidad que su hermana no quiere, a una madre que tiene capacidad de producir también, además se endeudó con un amigo cercano por ser incapaz de ponerle límites a su novia y ponérselos asimismo a la familia de su novia; y todo esto causó que chocara a una señora muy adinerada que luego lo mandó a la cárcel y le cobró en una deuda altísima todo el daño ocasionado. ¡Qué terrible suerte la de Rafael! 

La enseñanza detrás de casos como estos es que la vida es una cosa ajena a nosotros que a veces puede ensañarse con nosotros y a veces puede ser muy bondadosa. Va a depender de un agente externo el rumbo que nuestro destino siga, y, claro, lo único que podemos hacer nosotros es resignarnos y aceptar que esa fue la vida que nos tocó, en un acto de sumisión y derrotismo muy característicos del pesimismo y el conformismo. ¿Cuál es el problema de esto, su implicación para nuestros pueblos y su manera de mirar la vida?

Cuando uno considera que la vida es un evento ajeno a uno mismo, es fácil estimar que todo en la vida es así, y esto incluye nuestra convivencia en sociedad. Entonces pensamos que el ordenamiento civil de una ciudad no nos compete porque, a fin de cuentas, no somos políticos. Pensamos que no sirve de nada involucrarse en temas civiles y sociales porque, a fin de cuentas, no somos nadie y nuestra voz no cuenta para nada. En suma, consideramos, igual que con la vida, que la política es un escenario lejano, ajeno a nuestra voluntad y a nuestro poder de persuasión, y nos limitamos a quejarnos y a resignarnos con lo que nos "tocó". 

Participación
Nuestra región requiere más participación ciudadana consciente
de su propia responsabilidad en el ejercicio político. 

Somos, entonces, muy alegres con el día a día, con la cotidianidad y nuestras relaciones sociales, pero vivimos en silenciosa inconformidad el presente, la proyección hacia el futuro y el destino de nuestras vidas. Como resultado, la política se vive como una fiesta en tiempo de campaña, y como una impotencia en la cotidianidad, culpando a otros y esperando que sean otros los que resuelvan. Hace muchos años lo había visto, e incluso lo había plasmado en alguna de las entradas anteriores, el presente se nos diluye en inconformidad y culpas ajenas. 

Empezar por cuestionar nuestra concepción de la vida es una manera de alejarnos del modelo que hemos venido perpetuando por mucho tiempo. ¿Somos víctimas de nuestro destino? ¿De verdad no tenemos ninguna injerencia en nuestras circunstancias? ¿No somos acaso dueños de nuestra capacidad de decidir la manera en la que consideramos nuestro presente? ¿Eso no es suficiente para introducir cambios en nuestra vida que, en última instancia, acaben por influir también en nuestro entorno? ¿Hasta qué punto justificar las circunstancias de otros y tratarlos como víctimas no es parte también del mismo problema? ¿De qué manera nuestro "buenismo" hacia otros acaba por eternizar el ciclo de pobreza de nuestra región?

Creo que cuestionarse cosas así, preguntarse con esa profundidad y criticismo, es muy necesario para repensarnos como individuos. También lo es el cuestionar nuestro "buenismo" y la conexión de este con la falta de responzabilización por nuestras propias vidas, o de fomentar el que otras personas no se responsabilicen por sus propias vidas. Lo que muchos líderes empresariales y dirigentes políticos no parecen observar es que fomentar este tipo de actitudes es semejante a cavarse el hueco de sus propias tumbas, porque una sociedad compuesta por sujetos que no se hacen cargo de sus decisiones, es una sociedad donde nadie estará nunca conforme con lo que decidan sus dirigentes, siempre exigirán más y su aporte a la comunidad no irá más allá de la búsqueda del beneficio propio, casi siempre en réditos políticos o económicos, en perjuicio del bien común. 

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