De cómo entender una cultura distinta.

     Hay una frase de la película de James Camerón "Avatar" que siempre viene a mi mente cuando se trata de no querer aprender algo que, se cree, ya se sabe. 
"Es difícil llenar una copa que ya está llena". 
     Esta sola frase, dicha por la madre de la protagonista Na'vi Neytiri, alude a la prepotencia y toda la soberbia que existe en los seres humanos que se creen superiores a otros, por color de piel, idioma, religión, género sexual, o (como está ocurriendo ahorita en Ecuador) por gentilicio. 
     Yo soy venezolana. Viví 25 años en ese país, y hace poco más de 2 años decidí salir de ahí con el propósito de ampliar mis horizontes, llevar una vida independiente de mis padres (asunto difícil de realizar allá debido a la compleja situación político-económica del país, y a mi muy particular situación económico-laboral) y crecer como ser humano. Para ello escogí Ecuador, por múltiples razones prácticas. 
     Llegar aquí y darme cuenta de nuestras diferencias y similitudes fue un proceso que abracé con gusto, y agradezco a las personas que conocí en esos primeros días (ecuatorianas todas) por todo el aporte humano y cultural que me brindaron. Mi idea clara desde el principio fue relacionarme con ecuatorianos porque a Ecuador había yo venido, y aprender todo lo que fuera necesario para adaptarme a mi nuevo hogar. 
      Entendí, entonces, que era necesario mudar formas lingüísticas venezolanas para darme a entender, para comunicarme cabalmente con las personas que me rodeaban. No me refiero solo a palabras, a elementos lexicales únicamente. Me refiero a todo, a la forma de hablar, a las expresiones, al juego de palabras, a las metáforas. Cierto es que hay códigos comúnes, y una misma lengua, pero la variación es una regla en el español, y esto es sagrado para ganarse el respeto de una cultura diferente.  
     Estar tanto tiempo aquí me ha llevado a olvidar ciertos códigos culturales manejados en Venezuela, pero el debate que últimamente está saturando las redes sociales de venezolanos y ecuatorianos, me lleva a recordar algunas cosas que me parece útil y pertinente traer a colación. 
     Los venezolanos tenemos una soberbia natural (me incluyo y sí, generalizo), producto de haber sido criados en una cultura donde nos repitieron constantemente que éramos el país más rico de Sudamérica, con las reservas de petróleo más grandes del mundo, etc, etc, etc., toda esa perorata que ya conocemos. Somos creídos porque en Venezuela nos enseñan que para ser "alguien" en la vida, hemos de tener un título universitario, y una vez que ya lo tenemos somos GRANDES. Somos petulantes porque nos creemos lo mejor en algunas cosas que en el mundo destacan de nuestro territorio nacional: "las mujeres más bellas del mundo", "el mejor cacao", "la gente más alegre", "las mejores playas", "el mejor sistema de orquesta", etc, etc, etc. Y crecemos bombardeados de este mensaje, crecemos inflados de ego, de orgullo y prepotencia porque vivimos "en el mejor país del mundo" (obviando, claro, la cantidad de gente que se ha ido a países europeos porque quieren una vida más balanceada, más ecuánime, más acorde con sus aspiraciones salariales, y Venezuela, aunque perfecta, no se las da). 
Nuestro majestuoso Salto Ángel, con mis dos amadas banderas. 
     Pero nadie les dijo a los venezolanos que algún día su farsa de perfección se iba a hacer tan insoportable que quisieran salir huyendo de ella. Y entonces empezaron a salir a los países vecinos a los que históricamente casi siempre habían considerado inferiores, pero que, paradójicamente, ahora poseían una estabilidad perdida hacía mucho tiempo en la perfecta Venezuela. 
   Mi soberbia, claro. Llegué aquí con todas esas marañas en la cabeza, creyéndome la última pepsicola de Latinoamérica, pero tengo una ventaja natural: aprendo rápido. Tomé la mejor decisión: me relacioné solo con ecuatorianos, absteniéndome lo más posible de venezolanos, para no alimentar las estupideces con las que salimos de creernos mejor que los otros. 
     Como resultado de ello he aprendido a amar esta tierra de tal forma que cuando leo los comentarios despectivos que leo de venezolanos expresando su desagrado por Ecuador, por los ecuatorianos/as, por la comida ecuatoriana, por el país en general, no puedo evitar sentir que algo en mí se enciende, con la intensidad de quien alguna vez fue petulante y ahora no soporta ver lo que ella alguna vez fue. 
    Extrañarnos por los modos lingüísticos que aquí se usan, es normal. Burlarnos de ellos entre nosotros, es normal, porque somos chalequeadores (bromistas), sin plan de ofender a nadie, porque así somos NOSOTROS. Pero no entender que otros No son así, y a pesar de esto divulgar lo que solo debería ser un chiste entre nosotros, no solo no es normal, es ofensivo. 
       Extrañar nuestra comida es normal. Despreciar la comida propia de un país que no es el nuestro, porque la nuestra es "mejor", sin siquiera haberla probado, es un sinsentido atroz. 
      Empeñarse en usar palabras venezolanas en un contexto ecuatoriano como símbolo de que somos venezolanos, es un chauvinismo absurdo que raya, una vez más, en el irrespeto. No nos hace más venezolanos el llevar una gorrita con la bandera del país, o andar hablando "venezolano" en la calle, pese a que no nos entiendan. 
    Por otra parte, no nos hace menos venezolanos habernos adaptado a los ritmos propios de Ecuador, expresarnos con las palabras que ellos usan, comer lo que ellos comen, y respetar lo que para ellos es sagrado, y lo que para cualquier pueblo de Latinomérica es sagrado: sus costumbres y su forma de ser, porque cuando uno emigra pierde buena parte de su identidad nacional única, y se convierte en una suerte de híbrido que no es de aquí, pero tampoco vuelve a ser de su país como lo fue antes de salir. 
     Y respecto a nuestro amor a la patria, ya lo había planteado en la entrada De la futilidad del ser venezolano con nuestras inconstancias e imprecisiones respecto al orgullo que sentimos por nuestro país: siempre paradójicos.

     No somos el país perfecto ni somos la gente perfecta, ¿por qué nos engañamos y se lo lanzamos en la cara a ciudadanos tan imperfectos como nosotros, a los que hemos venido a invadir con nuestra prepotencia y orgullo? 

     Alabo la iniciativa de venezolanos conscientes, humildes por experiencia (o nacimiento, que los hay), respetuosos y agradecidos con el pueblo ecuatoriano, que han alzado su voz en medio de las voces irreflexivas de unos pocos -que nos manchan a todos-, para expresar su opinión respecto a los ecuatorianos y tratar de reconciliar la difícil relación que ahora se ha establecido entre ecuatorianos y venezolanos. 
     Respecto a mí, desde hace mucho tiempo estoy enamorada de Ecuador, encantada por sus costumbres, fascinada por su comida, admirada de su gente, al punto de ser tildada de "vendepatria", que no lo soy. Tengo muy claro mi amor por Venezuela, pero amar a Venezuela intensamente no me impide amar igual de intensamente a Ecuador y alzar mi voz ante los desacertados e irrrespetuosos comentarios (venezolanos) que se han emitido -y se emiten- respecto a esta tierra, su gente y a sus costumbres. 

No tengo preferencias, Venezuela es mi madre patria, y tiene sus maravillas. 
Ecuador es mi tierra por adopción, y tiene sus maravillas. 
Ninguna es mejor. Así de sencillo. 

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